Queridos compañeros:
Todo llega y al final, incluso, la jubilación. En estas circunstancias me gustaría contaros el último año de mi vida profesional que, verdaderamente, no ha sido nada agradable. Es necesario, pues he escuchado cosas que no coinciden con la realidad.
Toda mi vida profesional la he dedicado a los enfermos mentales. He tenido la suerte, de no llegar a conocer los manicomios, aun cuando todavía existían en nuestro país, y mi incorporación al trabajo comienza casi coincidiendo con la puesta en marcha de la Reforma Psiquiátrica en Andalucía. Mas tarde, en F.A.I.S.E.M., vuelvo a tener la suerte de poder incorporarme a ella desde sus inicios. Era como “beber en el propio manantial” y desde el primer momento comprendí, que esa tarea, innovadora, humana, paciente, generosa, solidaria, muchas veces extremadamente dura, otras ingrata, no la cambiaría por nada.
Comienzo mi trabajo en Huelva en 1976 y desde 1981, mi tarea fundamental es la externalización de pacientes con sus familias o en pisos protegidos, incorporándolos, en definitiva, a la sociedad.
Como ya sabéis, desde el año 1992 estoy en Sevilla. Primero en el IASAM y posteriormente en FAISEM, desde sus inicios. Hasta el año 2005, como única responsable del Programa Residencial. Siempre en Comisión de Servicio pues pertenezco al Personal estatutario del SAS.
En el año 2006 comienzan algunos problemas, y expresas discrepancias en el trabajo diario, lo que genera el inicio de desatenciones y ocultación de información hacia mi persona.
En 2007, se incrementan las disensiones en relación con los métodos de trabajo y mis criterios de actuación, en el Programa Residencial. Se da prioridad al trabajo individualizado sobre el de equipo; se intensifica la dedicación al despacho y se reduce la de los dispositivos, los enfermos y las familias; prevalecen los números y las estadísticas sobre la implicación con los usuarios.
El suicidio ocurrido en la Casa Hogar Fernando Tirado, agrava el estado de ansiedad en el que me encontraba, y me obliga a solicitar, el 11 de Diciembre de 2008, consulta a mi médico de cabecera. Coincidiendo con la espera en el Centro de Salud, recibo reiteradas llamadas desde la Delegación Provincial, insistiendo en conocer “si me habían dado la baja”.
Inmediatamente, sin conocerse los motivos de la baja concedida, ni la duración de la misma, se procede a mi sustitución. Jamás, en todos los años que he trabajado en la Fundación se ha utilizado este procedimiento. Fueran cuales fueran las circunstancias que se dieran –baja médica, vacaciones, permisos sin sueldo, ...- nunca se había ejercido, ni se ejerce, esta opción para los responsables de Programas.
Con el tratamiento prescrito y después de sucesivas consultas con mi médico y una última con el inspector-médico, el 15 de mayo de 2009, recibo el alta. Al intentar reincorporarme a mi trabajo, no me lo permiten, ni me encomiendan ninguna tarea que realizar.
De la noche a la mañana, sin ninguna explicación, me dejan sin trabajo y con mi despacho ocupado. El mundo se me viene encima y sin resortes para evitarlo. Dadas las circunstancias, prefiero no permanecer físicamente en la Casa Hogar de Triana y he estado sola y sin trabajo que realizar en el Club Social de la C/ Pozo.
Es difícil expresar y, seguramente comprender, todo lo que puede pasar por la cabeza en una situación como esta. Resulta difícil imaginar un escenario mas humillante. Robarle el trabajo a quien lleva muchos años realizándolo con total intensidad, es una acción despreciable. No sólo existe el “deber de trabajar”, sino también el “derecho al trabajo”, lo que se traduce en la correspondiente obligación de la empresa a proporcionarte la actividad comprometida. Negarte esta contrapartida es recibir una violencia gratuita, injustificada, a través de actos negativos y hostiles. Te sientes intimidada y te ves obligada a buscar una salida sin saber cual elegir. Recibes un castigo indigno, y más cuando en la totalidad de tus actos has sido absolutamente leal, aunque, quizás, para ellos, no enteramente “fiel”.
En definitiva, y lógicamente os he expresado mi visión de la situación, creo que se ha seguido conmigo una conducta torpe, probablemente “ilegal”, desde luego injusta.
No quiero alargarme demasiado, pero no puedo terminar sin agradeceros los años que hemos compartido, las alegrías, los sufrimientos, las decepciones y también las ilusiones vividas. El que hallamos tenido discrepancias, en momentos concretos, no obstaculiza mi agradecimiento por el apoyo que, de vosotros, he recibido.
Mi vida laboral termina, pero espero seguiremos encontrándonos por Sevilla.
Un abrazo,