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jueves, 15 de octubre de 2009

LA RELACIÓN MONITOR-USUARIO EN LAS CASAS HOGAR AUMENTA LAS POSIBILIDADES DE INTEGRACIÓN DE PERSONAS CON TRASTORNO MENTAL GRAVE

J. García Orta.
www.andaluciainvestiga.com

El estudio desarrollado por el investigador Francisco Javier Saavedra, de la Universidad de Sevilla, ha contado con la participación de profesionales y usuarios de casas-hogar andaluzas. Para este psicólogo, la clave de estos beneficios se encuentra en el contexto: “Es muy parecido a la vida diaria y, con ello, muy enriquecedor”.

Francisco Javier Saavedra cuenta con una dilatada experiencia como monitor de casas hogar.

A raíz de la Reforma Psiquiátrica desarrollada en Andalucía, a fecha de 2007 había en nuestra comunidad un total de 1.933 personas con problemas mentales acogidos a programas residenciales. Estos son datos de la Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental (FAISEM), organismo dependiente de la Junta de Andalucía y encargado, entre otras cosas, de gestionar las conocidas como casas hogar.

En concreto, una casa-hogar es un centro socioasistencial que tiene como objetivo principal el proveer la satisfacción de las necesidades básicas y del apoyo emocional esencial a personas que, por su enfermedad, requieren una atención constante pero no necesitan ser hospitalizados.

Tras una dilatada experiencia como monitor de casas-hogar, Francisco Javier Saavedra, investigador de la Universidad de Sevilla (US), ha realizado en los últimos años un estudio del contexto social que viven en las casas hogar personas con esquizofrenia y otros trastornos mentales graves, vinculándolo con la capacidad que tienen estos pacientes de construir de forma coherente un relato sobre su vida y su enfermedad.

Las conclusiones, recogidas en su tesis doctoral, que será leída próximamente, apuntan a que las relaciones monitor-usuario que se dan en la casa hogar, ayudan a que el paciente tenga más posibilidades de integración en la sociedad y a adquirir capacidades cognitivas esenciales para la vida social como la empatía. “Mi teoría es que una persona sin una historia de vida comunicable, sin una narración que sea compartible con la comunidad en la que vive, difícilmente se va a integrar aunque adquiera algunas habilidades sociales”, afirma Saavedra.

En este sentido, el investigador considera necesario ir más allá de la instauración de una serie de conductas nuevas (ir a sacar dinero al banco, por ejemplo), siendo necesario fomentar que los monitores incentiven y ayuden a los pacientes a narrar sus experiencias vitales, como una herramienta para la buena evolución de la enfermedad mental.

Para reforzar esta idea, Francisco Javier Saavedra se basa en la psicología narrativa, la cual entiende la narración como el instrumento principal, pero no el único, para construir la propia identidad. Es una rama de estudio que parte de la psicología cognitiva, aunque también se nutre de la psicolingüística, análisis del discurso, etc.; para estudiar las funciones sociales y cognitivas de las narraciones, así como las estructuras en las que se sustentan.

Y es que tener una narrativa de vida que sea coherente y comunicable tiene un doble beneficio. Mientras que, por un lado, ayuda al paciente a ser aceptado en sociedad, por otra parte la construcción de la historia implica un esfuerzo cognitivo. “En esencia, pensar es un diálogo con uno mismo. Por esto, si el paciente consigue, por ejemplo, explicar a otra persona su enfermedad de manera inteligible, sin duda eso va a repercutir en su estado cognitivo”, señala.

Metodología y resultados

La investigación desarrollada por Francisco Javier Saavedra parte del estudio de la forma que tienen los pacientes de contar su vida, indagando a su vez en el escenario en el que están viviendo para ver si existe correlación lógica. En total, se han realizado 10 entrevistas a profesionales, destinadas a conocer las interacciones que tienen con los usuarios, además de 19 entrevistas a usuarios de las casas hogar, más abiertas y en las que se trataban temas como la enfermedad, las relaciones familiares u otras actividades sociales.

La metodología utilizada para el trabajo se ha centrado en dos tipos de análisis, cuantitativo y cualitativo. Con el primero, se ha realizado una radiografía de usos lingüísticos que aparecen en los relatos: tipo de pronombres, de verbos, conectores, palabras con carácter emocional positivo o negativo, etcétera. Todo ello se identificó y categorizó para poder ver los cambios que existen dependiendo de las variables. En la parte cualitativa, el autor buscaba estudiar los distintos recursos lingüísticos de los que dispone el usuario para dar cuenta de su vida y de su enfermedad.

Aunque los resultados son todavía preliminares, el investigador de la Hispalense adelanta los aspectos más significativos. Uno de ellos apunta a que los usuarios de larga estancia en las casas hogar tienen narraciones más moderadas emocionalmente, más imbricadas e incluyen perspectivas de otros protagonistas. Este último punto, en concreto, es muy relevante, ya que uno de los problemas que presentan enfermedades como la esquizofrenia es la incapacidad de algunos pacientes de ponerse en la perspectiva de la otra persona.

“En las narrativas de los que llevan más tiempo aparecen muchos menos términos emocionales negativos (tristeza, etc.). A nivel prosódico y no verbal, resaltan factores como la intensidad de la voz, la expresión facial, etcétera, que indican que todos los procesos emocionales están mucho más regulados”, señala Saavedra.

Cuando se trata de narrar acontecimientos traumáticos (intentos de suicidio o casos de maltrato, por ejemplo), el estudio señala que los que llevan más tiempo en las casas hogar son más analíticos, con narraciones más ricas e incluyendo perspectivas de otros protagonistas. Todo ello da una historia más integrada, con conectores causales y, especialmente, adversativos (aunque, no obstante, pero), “que son los más interesantes porque permiten contrastar y complementar la propia perspectiva del paciente con otras”, apunta.


Otro aspecto importante que resalta en el trabajo Francisco Javier Saavedra está relacionado con la forma en que el usuario de la casa hogar explica sus problemas relacionados con la enfermedad. En este sentido, los que llevan menos tiempo realizan descripciones muy contextuales (“escuché una voz”) y, en ocasiones, durante la entrevista se evidencian los síntomas.

Por el contrario, los usuarios de larga estancia utilizan términos más concretos e, incluso, científicos (alucinación, delirio) para explicar su enfermedad, y no manifiestan evidencias de problemas psicopatológicos durante la entrevista con el investigador, lo cual no quiere decir que no las sufrieran.

En opinión del científico de la Hispalense, esta evolución favorable del proceso de recuperación de los usuarios es, en buena medida, producto de las casas hogar. “Nos tenemos que sentir como andaluces satisfechos de tener este tipo de recursos que están dando resultados, aunque hagan falta más y se les puedan hacer algunas críticas”, apunta el investigador.

Para él, la clave de estos beneficios se encuentra en el contexto: “Es muy parecido a la vida diaria y, con ello, muy enriquecedor”. Al contrario de lo que sucede en otras instituciones, los profesionales que trabajan en estos centros tienen un bagaje profesional y vital muy distinto. Van desde profesores o psicólogos hasta familiares de enfermos mentales, no existe una homogeneidad, provocando que la imagen que recibe el paciente sea variada y compleja. “Pese a no ser sistemático, no quiere decir que no sea terapéutico. Muchas veces son los episodios vitales los que encarrilan la recuperación, por lo que a nivel científico hay que ser muy humilde”, concluye Saavedra.

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